Bitácora Brasiliana (I)

Mi segunda visita a Brasil, esta vez en serio (aquella vez fue un toque tangente), incluyó un breve paso por Manaus, ciudad del caucho, de donde salía casi toda la goma que se usaba antiguamente para hacer cualquier goma, y que hoy es materia prima de la floreciente industria del preservativo. Manaus es una especie de isla civilizada en medio de la jungla interminable, y no tuve oportunidad siquiera de oler la humedad de su aire selvático, tropical y amazónico. Gozamos, sin embargo, de un aterrizaje suave, casi imperceptible.

Vista aérea de Manaus

El avión volvió a llenarse; ahora con pasajeros que viajaban a Sao Paulo, megapolis de 24 millones de habitantes y dueña del aeropuerto de Guarulhas; tan grande o mayor que el de Tocumen, en Panamá, y verdadera encrucijada de rutas internas de Brasil, y al exterior. En Guarulhas sí tuve contacto con los brasileños, con la lengua (parece que voy con buena nota), y me tomé -anotación: hecho histórico- mi primera cerveza en Brasil.

Los compañeros de comitiva, cambiando dólares por reais

El vuelo se Sao Paulo a Recife fue un poco más corto y cómodo, tanto que me dormí la mayor parte del viaje. El aterrizaje en la capital pernambucana fue bueno, aunque el avión frenó con mucha violencia; seguramente la pista de aterrizaje es más corta.

Arte en el aeropuerto de Recife

Recife está frente al Atlántico, más cerca de África que de Caracas, en el extremo oriental de América. La diferencia horaria respecto de Venezuela es de hora y media; mientras escribo esto son las 5 de la tarde en Recife, y en Caracas son las 3:30. Ahora los dejo porque voy a trabajar un poquito, y buscar una conexión a Internet...

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