Bitácora Brasiliana (y III)

La playa de Recife desde mi balcón, en el piso 12


La tercera y última parte de la bitácora llega con mucho atraso porque ya me reincorporé al trabajo en Caracas y, como saben algunos de ustedes, el ritmo de mi oficina es francamente endemoniado.

Recife desde el mismo balcón

En las dos últimas fechas de la semana en Recife, por fin tuve oportunidad de conocer un poco la ciudad, y también un hermoso mirador ubicado en la vecina Olinda. En la práctica es la misma ciudad, por que el crecimiento de Recife, capital industrializada, ha alcanzado a la colonial Olinda, que resiste al avance del "progresso", casi siempre avasallante.

Estuario del Capibaribe, visto desde la vía que comunica con Olinda. Allá, Recife.

Es el turismo, la conciencia que tienen los pernambucanos de la importancia de conservar, lo que ha permitido que una ciudad tan antigua aún pueda mostrar sus edificios, antiquísimos muchos de ellos. En Olinda se encuentra un edificio que fue sede del primer congreso estadal en Brasil, una iglesia que tiene más de 300 años (en la foto de abajo), y un sinnúmero de edificaciones en perfecto estado de conservación, aunque con siglos de historia encerrada en sus paredes. Muchas casas conservan una hilera triple de tejas en el alar, señal de la condición social de sus antiguos ocupantes.



Olinda cuenta con una zona elevada (estará como a 100 metros sobre el nivel del mar), desde la que se puede observar la bahía del río Capibaribe y allá, del otro lado, a Recife. La foto lo explica mucho mejor que yo.



Allá arriba me comí mi primera tapioca. La tapioca es una especie de empanada o taco, que en vez de hacerse con harina de maíz, lleva harina de yuca (mandioca o macaxeira, según...), y encima, los ingredientes que uno desee: carne, pollo, camarones, cambur (banana), lo que sea. Las que me comí fueron de cambur con canela, azucar y queso.


¡Ex-qui-si-to! mmmmm... en la foto está Juliana
(se pronuncia Yuliaaaana) haciendo mi tapioca.

Una parada obligatoria es la de la Casa de la Cultura de Recife. El concepto "casa de la cultura" no se parece mucho al nuestro; no hay exposición, ni museo, ni guías que te expliquen los hechos históricos. Se trata en cambio de lo que nosotros llamaríamos "feria artesanal". Una gran cantidad de tiendas pequeñitas en las que se puede comprar recuerditos, comida, franelas, y demás adminículos que luego suelen llenar nuestras repisas.



Lo importante en la Casa de la Cultura es que el edificio fue aprovechado tras la evacuación de los presos. Sí, allí estaba la prisión de Recife. Allí están aún los barrotes de las ventanas, y las rejas que hacían harto difícil el escape.


Afuera de la Casa de la Cultura se concentra una "galera" para tocar maracatú

Sin embargo, el más famoso de los bandidos de Pernambuco no pasó demasiado tiempo allí. Hace poco menos de un siglo, Lampiao y María Bonita, junto a su banda, comenzaron a luchar contra los latifundistas, en una especie de afán revolucionario o reivindicativo que los llevó a convertirse en unos verdaderos bandidos rurales.
Robaban lo que necesitaban de las haciendas, ganado, alimentos, armamentos... y aunque no tengo claro el carácter de la banda, algunos recifeños coincidieron en que Lampiao era una especie de Robin Hood, sólo que muy, muy violento y capaz de cometer impresionantes atrocidades, como cortarle las orejas a los campesinos que no colaboraban con la banda.

Eduardo "Lampiao" Parra


Por supuesto, los fazendeiros (hacendados) le tenían la mira puesta y finalmente fue atrapado y ejecutado. Las cabezas de Lampiao, María Bonita y toda la banda fueron exhibidas en las escaleras de la prefectura de Recife, como un premio. Esto ocurrió allí por 1930, y hoy en día Lampiao es todo un personaje en Pernambuco. Hay miles de canciones y poemas (llamados "cordel") en referencia a las peripecias que vivió, y yo me traje de Recife un lindo juego de ajedrez, en el que el rey y la dama son Lampiao y María Bonita. Ah, también me traje la historia de Lampiao contada en cordel, que todavía no he tenido tiempo de leer.

Hasta el teléfono tiene su sombrero típico...


Finalmente, ya que esta bitácora se está alargando, dejo para ustedes algunas imágenes de Recife, entre las que destaca la del puente más antiguo de Brasil, llevado a Recife desde Francia (desarmado, claro) en el Siglo XVII, y la de uno de los tantos puentes modernos, con su exquisita iluminación.


Ojalá pueda volver pronto a Brasil, con tiempo para disfrutar como se debe de estos paraísos.

Até logo... saravá...




Comentarios

Anónimo dijo…
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