Hollywood produce y distribuye el 90% del cine que se exhibe en el mundo

Rescato de las catacumbas este texto que escribí y se publicó el 16 de marzo de 2016 en el diario El Mundo, cuyo archivo digital parece haberse perdido. Por suerte, este texto fue publicado también por la emisora radial Alba Ciudad y aquí está. 


El grupo de empresas conocido como The Big Six (Viacom, Disney, CBS, Time Warner, News Corporation (Fox) y Comcast)  inclinan la exhibición en favor del cine comercial de EE.UU. La cifra coincide en casi todos los países. Sólo en India se exhibe más cine local que estadounidense. En nuestro país hay 463 salas en funcionamiento y “de esas, 200 son de Cines Unidos. Cinex tiene cerca de 140 y otras son independientes. La programación es originaria en 97% de la industria hollywoodense”, comenta Bernardo Rotundo, presidente del Circuito Gran Cine.


La maravilla del cine, invención de los hermanos Lumiere con más de 130 años de existencia, comenzó a ser comercialmente interesante casi al mismo tiempo que se presentó al público, razón por la cual el inventor Thomas Alva Edison intentó acaparar los derechos sobre los proyectores y demás insumos necesarios para proyectar cine. Como él era muy influyente en Nueva York, sus rivales se mudaron hacia California, donde está Hollywood, la hoy meca del cine.

Durante la Gran Depresión, una mujer solicitó permiso para vender bocadillos en las proyecciones de las películas y, al ver el éxito de la dama, los propietarios incorporaron la alimentación a su negocio. Pronto comprobaron que ganaban más dinero con los bocadillos que con la boletería.

De ahí en adelante todos los aspectos de la producción industrial de cine se desarrollan en función de la proyección en la sala y el tiempo durante el cual los espectadores estarán comiendo, cautivos del espectáculo.

La distribución define al negocio

En los años ‘30 del siglo pasado las distribuidoras de cine empezaron a controlar salas, identificándolas con su nombre (lo cual generaba publicidad positiva a las mismas) y ya en los ‘50 estaban metidos en el gran negocio de la exhibición, que el año pasado alcanzó el récord de 38 mil millones de dólares en el mundo.

Actualmente un grupo de empresas conocido como The Big Six (Viacom, Disney, CBS, Time Warner, News Corporation (Fox) y Comcast) producen y distribuyen el 90% del cine del mundo y, con ello, inclinan la exhibición en favor del cine de EE.UU.

La cifra coincide en casi todos los países. Sólo en India se exhibe más cine local que estadounidense. En China hay 50% de su producción y le sigue Francia, donde se exhibe 38% de cine francés.

La distribución es tan importante que, aunque el cine iberoamericano logró 11% de la producción mundial en 2014, la exhibición no alcanzó 5% en Latinoamérica: nuestro cine se queda atrapado en el camino hacia la pantalla. Aquí esa labor recae sobre cuatro empresas: Disney de Venezuela, Cines Unidos, Blancica (Cinex) y la estatal Amazonia Films que, junto a Gran Cine, distribuye casi todo el cine criollo.

En nuestro país hay 463 salas en funcionamiento y “de esas, 200 son de Cines Unidos. Cinex tiene cerca de 140 y otras son independientes. La programación es originaria en 97% de la industria hollywoodense”, comenta Bernardo Rotundo, presidente del Circuito Gran Cine.

El mercado venezolano

El venezolano tiene una larga tradición de consumo de cine: ya en los años ‘40 había en Caracas casi 50 salas de cine.

Hoy, las 463 salas se concentran en el 12% de los municipios del país. El 38% de las salas están en la región capital, lo cual explica que el 33% de los espectadores siga estando en Caracas, mientras que Valencia tiene el 12%, Maracaibo 10% y Maracay 8%.

De acuerdo con el Observatorio Venezolano del Cine del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (Cnac), el año pasado se vendieron casi 29 millones de boletos de cine, lo que dejó un ingreso neto de Bs 5 mil 310 millones. Sin embargo, sólo un millón 66 mil espectadores asistieron a ver cine nacional.

Además, el espectador promedio en Venezuela tiene entre 19 y 35 años de edad, la mitad de ellos son solteros y 35% son estudiantes universitarios.

El hecho de que el espectador venezolano sea tan joven obliga a los cines a actualizar constantemente sus instalaciones y servicios, razón por la cual las salas han migrado constantemente de los proyectores de 35 mm al formato digital, digital 3D y hasta 4DX (efectos especiales acuáticos, de movimiento y aroma artificial).

De las 463 salas referidas, sólo 127 siguen proyectando cintas de 35 mm y el resto ya ofrece los adelantos mencionados.

La juventud del espectador también ha influido en el tipo de cine que tiene más éxito en la pantalla y determina el comportamiento de la taquilla en los momentos de crisis económica.

Aunque las variaciones no son tan grandes como cabría esperar, 2015 fue el primer año en que la cifra neta de boletos vendidos disminuyó, cayendo en 500 mil espectadores respecto al 2014. La recaudación, sin embargo, subió en 131%, debido al aumento del precio de las entradas.

Ir al cine comercial en Venezuela es sumamente costoso para la mayor parte de los bolsillos. Las entradas oscilan entre 260 y 300 bolívares en las dos grandes cadenas, pero a ellas se anexan eufemísticamente cobros por “servicios” que suelen elevar el costo de Bs. 600 hasta los Bs. 4 mil en el caso de las 4DX.

Al precio de las entradas hay que sumar la alimentación. Aunque los centros comerciales retienen el 8% de las ventas de alimentos, las ventas de cotufas y refrescos generan hasta 80% de ganancias netas para el cine. Una salida al cine para dos personas puede representar de 5 a 12 mil bolívares netos, sin contar el transporte.

El racionamiento eléctrico

Los complejos cinematográficos son tan importantes para los centros comerciales que éstos se diseñan pensando en la ubicación del cine, que suele estar en un punto lejano a la entrada, generalmente el último piso, asegurando que el público vea muchas vitrinas antes de llegar a su destino.

El racionamiento eléctrico ha provocado una disminución en las ventas de al menos 40% respecto a los meses anteriores. “Los más pequeños no podrán soportarlo durante mucho tiempo”, lamenta Rotundo.

Los centros comerciales, al ahorrarse el dinero de las plantas eléctricas, están matando a la gallina de los huevos de oro.

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