Crónicas Argentinas – Andrea, Jorge y Conviasa



Este miércoles la ciudad amaneció con el mismo azul celeste que tanto me había alegrado el día anterior. Tras una breve conversación por Facebook con Andrea Paola, me enteré de que ella y Jorge Torres, un par de excelsos y jovencísimos músicos venezolanos aún estaban en Buenos Aires.

El #ManicomioNacional los alcanzó en tierras australes en forma de Conviasa. Como había comentado antes, la aerolínea no había cumplido compromisos internacionales y las aeronaves no podían moverse de los aeropuertos, de modo que su estadía se prolongó tres días más de lo esperado, lo cual facilitó el encuentro.



Avenida 9 de Julio desde la esquina en que está el Hotel Presidente.



Ellos corrieron con mejor suerte que los varados en Caracas, a quienes alojaron en hoteles de mala muerte en la avenida Baralt. En cambio, mis amigos estaban en el Hotel Presidente, en plena avenida 9 de Julio, una vía muy ancha y hermosa. Justo al lado del hotel está la Plaza de la Libertad, una cuadra entera llena de un verdor que sobrecoge.


En bus por la avenida Santa Fe


¿Cómo llegué hasta ahí? ¡Fácil!. Google Maps lo sabe todo. No solo sabe donde estoy, sino a dónde voy y cuáles son las mejores vías para llegar. De acuerdo con el mapa tenía que tomar la ruta 39A, moverme 7 paradas y caminar un par de cuadras. Seguí las instrucciones y llegué sin problemas, aunque en realidad eran más de 4 cuadras. Tal vez la ruta se modificó.


La ruta azul es la que me convenía más. Google sabe



La belleza de esta zona de la ciudad es tremenda. A la organización que hemos visto en Palermo podemos sumar una gran cantidad de vitrinas, dado que allí la ciudad tiene más comercios. Muchas librerías e infinidad de locales para tomar café o vino.

El encuentro con los muchachos fue rápido pero amable y provechoso. La suerte quiso que mi visita los alertara acerca de la necesidad de salir antes de lo anunciado por la rumorología. En el lobby del hotel había un cartel que decía que los pasajeros de Conviasa debían salir a las 4:00.

Llegué una hora antes y ya la gente se estaba organizando abajo, así que inmediatamente Andrea entró en ese estado de alerta que tienen las mujeres y que todos los músicos necesitamos. Diría Sui Generis “Alguien Que ponga tachuelas en mis zapatos para que me acuerde que voy caminando”. A su voz de mando, amable pero urgente, Jorge y yo nos movimos para recoger las maletas que seguían en el piso 15.

La conversación versó acerca de los conciertos que dieron acá, la asistencia de Luis Zárraga y Charlotte a uno de ellos, las clases de canto a Marjorie (otra venezolana instalada por acá) y la nula asistencia a los talleres que ofrecieron.

Amablemente me ofrecieron consejos acerca de las cosas más diversas: la receptividad hacia los músicos, las oportunidades de empleo a destajo, el costo de las salas de teatro, cómo aprovechar las ofertas de los mercados (Dia % es más barato que Carrefour) y así. También me dijeron de otros músicos venezolanos residenciados por acá, lo que nos puede ofrecer oportunidad de agruparnos y pasarlo muy bien.


Andrea Paola, Jorge Torres y yo, poco antes de la despedida.


Llegó la hora de despedirnos y nos hicimos la “selfi” de rigor frente a la entrada del hotel. Las maletas al bus y la promesa de avisar si llegaban con bien a Venezuela. Ya me enteré de que están sanos y salvos en Caracas.


"A pata" por la Santa Fe


Lo que yo no había averiguado era la manera de regresar, así que tenía dos opciones: preguntarle a alguien o caminar hasta la casa. Me pareció que la caminata me haría bien y me dispuse a conocer un poco más el lado este de la avenida Santa Fe, arteria alrededor de la cual hemos girado todo este tiempo.


Un aspecto de la avenida Santa Fe.



No sé qué me gusta más, si las calles limpias, el tránsito organizado, sin motorizados por las aceras; la sensación de tranquilidad (no tienes 15 ojos vigilando a tu alrededor por si alguien te quiere arrebatar el teléfono o la vida; o un tercer factor muy importante: las minas. Hay mujeres muy hermosas en Buenos Aires. Aunque se extraña el color oscuro de nuestros rostros, que es poco frecuente, pude ponerme colirio durante toda la caminata (de unos 3 kilómetros), que hice con mucha calma y parándome en muchos lugares para curiosear.

Llegué a casa poco después de las 5:00, con un hambre feroz. Por suerte la hermosa Natasha se había quedado en casa y había hecho un arroz con zanahorias que estaba exquisito.

El día coronó con la buena noticia de que ya tenemos apartamento para los próximos meses, en otra zona de la ciudad, menos lujosa y segura que ésta, pero también dentro de unos parámetros muy superiores de paz a la paranoia en que se desarrolla la cotidianidad de Caracas. El nuevo apartamento está muy cerca de un local que se llama “La otra orilla” y no pudimos dejar de reir a recordar a nuestro querido Frank Delgado, que nos hizo pensar tantas veces con su canción.

“Allá por la Sabuesera, Calle 8 y Hialeah, anda la media familia, que vive allá en la otra orilla”.

Eso por ahora. En otra entrega les contaré más de nuestra aventura.

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