Crónicas Argentinas – Zancudos guerrilleros
Tras la última crónica, el
boludo de Fabián Cabrera sufrió un ataque de celos y me reclamó
haberlos nombrado a todos menos a él, y tiene razón: olvidé
mencionarlo, así que en esta crónica comienzo por saludar al más
PELOTUUDOOOO de los troperos argentinos. ¡Un fuerte abrazo, Fabián, se te quiere!
Ahora sí, sigamos en lo interesante.
Ahora sí, sigamos en lo interesante.
El encuentro pactado
con Sandrita para el martes se atrasó hasta el viernes, pero por fin
nos vimos esa tarde. Aunque nuestra intención era merendar algo en
la cafetería que está a media cuadra del apartamento de Pedro,
cuando nos acercamos al lugar la cola para entrar era grande y el
local estaba totalmente lleno, así que nos fuimos hacia la Santa Fe,
y en un instante nos encontrábamos en el Regent, conversando de lo
más animado.
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Sandrita... foto tomada de su perfil de Facebook |
Fue un encuentro muy
divertido, poniéndonos al día, hablando de Cuba, de la Tropa
Cósmica, del hermano de Sandrita que está en La Habana, de nuestros
planes en Argentina y de las cosas absurdas que están pasando en
Venezuela, nuestro #ManicomioNacional.
Sandrita se tomó un café, pero Natasha y yo, mal portados, pedimos además del café una torta de manzana y otra de queso. La torta de manzana, bien; pero la de queso era tan, tan exquisita, que a mí, que no me ha gustado nunca ese postre, me gustó. Estaba realmente divina.
Sandrita se tomó un café, pero Natasha y yo, mal portados, pedimos además del café una torta de manzana y otra de queso. La torta de manzana, bien; pero la de queso era tan, tan exquisita, que a mí, que no me ha gustado nunca ese postre, me gustó. Estaba realmente divina.
Tras dos o tres
horas de conversación llegó la hora de despedirnos. Acompañamos a
nuestra amiga hasta su carro, que estaba estacionado frente a
“nuestro” edificio. Quedamos en vernos el domingo que nos tocaba
mudarnos al nuevo apartamento, menos lujoso y más pequeño, en
Rivadavia, una zona más modesta de la ciudad y también menos
segura. En contraparte el alquiler mensual cuesta unos 200 dólares
menos y además este espacio es exclusivamente para nosotros dos.
Transfusión forzosa
Viendo los mapas se nos había ocurrido ir a conocer la Plaza Italia, que se veía espectacular en la fotos que hay en la red. Silvia, tropera local a quien aún no hemos tenido el gusto de conocer personalmente, nos alertó acerca de la 43 Feria del Libro, que cerraría el lunes 15.
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La ruta hacia la Plaza Italia es más corta que la que hice hacia 9 de julio, y en dirección opuesta. |
El sábado amaneció
radiante el sol, así que decidimos caminar por la Santa Fe en
dirección a la Plaza Italia. En un paseo anterior habíamos visto a
una muchacha haciendo fotos tranquilamente en la avenida, cámara en
mano y trípode al hombro. Con esa imagen en mente, decidimos que era
tiempo de retomar nuestra afición por la fotografía, así que
tomamos el bolso de la Canon y nos dispusimos a la caminata.
En ese trayecto la
avenida es tan hermosa como en sentido opuesto y cuenta con árboles
enormes. De pronto nos vimos frente a lo que creímos al principio
que era un parque infantil muy lindo; pero enseguida notamos que era
muy, muy grande y la explicación: se trataba del Jardín Botánico Carlos Thays.
Vista lateral del edificio central del Jardín Botánico. |
Entramos al recinto
por una entrada lateral, puesto que la principal estaba cerrada. Lo
primero que nos llamó la atención, aparte del verdor que contrasta
con la escala de grises y marrones que domina la ciudad, fue un
hermoso edificio de ladrillos que constituye la sede central de las
oficinas del Botánico. Pero justo antes de ese edificio hay un
espejo de agua coronado por una escultura. Era tiempo de sacar la
cámara e iniciar nuestro ejercicio fotográfico.
Hermoso espejo de agua con su escultura incluida. |
El Jardín Botánico
tiene hemosas caminerías de ladrillo partido, así que es muy
sencillo seguir las normas y no pisar las áreas verdes. Las especies
están más o menos divididas de acuerdo a los continentes pero en
algunos sitios parece que se encuentran América y Asia u Oceanía y
Europa. Hay varios invernaderos, que en ese momento estaban cerrados.
Alcanzamos a ver una criollísima sábila (o aloe vera, o jojoba) en
uno de ellos.
Hay en Buenos Aires
una variedad de paloma mayor en tamaño y también más corpulenta
que las típicas de nuestra Plaza Bolívar de Caracas y, en un
espacio tan, tan verde, realmente abundan. Las llamamos “palomas
pavos”, debido a su apariencia hipertrofiada.
Frutos parecidos a grosellas, pero anarajados. |
En estos espacios es
natural que haya muchas aves y uno en particular posó para la lente,
en manos de Natasha. En uno de los vericuetos del parque nos
encontramos con una planta que da hermosos frutos anaranjados, que no deben ser muy apetitosos, dado que los pájaros no las pican. Naty quiso registrar en la película. ¡Perdón, quise decir en la
tarjeta SD de la cámara!
Entonces ocurrió.
Durante todo el
recorrido nos habíamos mantenido en movimiento y, aunque ya yo había
matado a un par de zancudos (mosquitos) que se habían adherido con
saña a mis brazos, no nos esperábamos un ataque tan artero y
virulento.
Ese fue el primer
momento en que nos estuvimos quietos por más de 15 segundos y mi
amada sintió que la picaban en las piernas. Vale decir que ambos
usábamos jeans, de modo que cualquier piquete tenía que haber
traspasado una capa importante de tela.
La cantidad de
zancudos era impresionante. Al primer manotazo murieron 5 ó 6.
Emulando al sastrecillo valiente, entre los dos nos deshicimos de dos
o tres docenas de estos sanguinarios voladores en cuestión de
minutos. Son zancudos de aproximadamente un centímetro de largo, sin
contar las patas, con un cuerpo notable por su color verde militar.
¡Zancudos guerrilleros!
Intentaban picarnos a ambos, incluso a través de los zapatos. Los jeans quedaron punteados con los pequeños cadáveres que se acumulaban en la tela. Por supuesto, a partir de ese momento las paradas fotográficas fueron más breves y cuidadosas.
Una de las paradas más graciosas fue cuando nos encontramos con un faro y unos árboles y enseguida lo entendimos: ¡estábamos en Narnia! Buscamos por un rato a Taumnus, el fauno, pero comprendimos que ya tenía que haber fallecido. Cosas que pasan.
Una de las paradas más graciosas fue cuando nos encontramos con un faro y unos árboles y enseguida lo entendimos: ¡estábamos en Narnia! Buscamos por un rato a Taumnus, el fauno, pero comprendimos que ya tenía que haber fallecido. Cosas que pasan.
Narnia. Nunca encontramos el ropero. |
En mi mundo todo
tiene música y en determinado momento nos encontramos con un arce.
Jamás había visto ese árbol ni sus curiosas hojas como patas
palmeadas, pero al leer el nombre en el identificador
correspondiente, vino a mi mente una de las melodías más cursis y
pavosas posibles: un tema propio de un guayabo más que de un arce,
llamada “El amor acaba”, que grabó el mexicano José José y que
en alguna parte dice
“porque el corazón del arce llega un día que se parte, el amor acaba”…
Estoy seguro de que aunque es una palabra que he leído infinidad de veces, no la he escuchado en ninguna otra parte, excepto en la canción, que estuvo rondándome la cabeza un par de horas.
“porque el corazón del arce llega un día que se parte, el amor acaba”…
Estoy seguro de que aunque es una palabra que he leído infinidad de veces, no la he escuchado en ninguna otra parte, excepto en la canción, que estuvo rondándome la cabeza un par de horas.
El otoño ya se hace sentir. |
Una característica encantadora del Jardín Botánico es que está regada de hermosas esculturas por todas partes. Aquí comparto una foto de la más grande e impresionante entre las que vimos. Es una réplica de Saturnalia, de Ernesto Biondi, hecha por él mismo en 1909. Se trata de una representación de las fiestas romanas a Saturno, que incorporaban comilonas, borracheras y siempre culminaban en orgías. Las figuras allí plasmadas están a escala natural.
La escultura se encuentra en el país desde 1912 pero fue censurada muchas veces hasta que en 1988 fue colocada en su emplazamiento actual. Vale la pena acotar que la original se encuentra en el Museo de Arte Moderno de Roma.
Saturnalia. |
La enorme Feria del
Libro
Salimos del Botánico
por el mismo sitio que habíamos entrado, tras recorrerlo por entero.
Un bosque de palmeras ateridas, las ceibas que aquí llaman “palo
borracho” y un bosquecillo de trinitarias nos hicieron guiños
caribeños en medio de los 17 grados reinantes, antes de la
despedida.
Pretendíamos seguir
nestro plan original, hacia la Plaza Italia, cuando notamos un gran
tumulto al cruzar la avenida Sarmiento. Estábamos frente a
la entrada de la Feria del Libro, así que sin pensarlo dos veces
pagamos las entradas (cien pesitos cada una) y nos internamos en el
pabellón.
Acerca de cómo lo pasamos allí hablaremos en la siguiente crónica.
Acerca de cómo lo pasamos allí hablaremos en la siguiente crónica.
Comentarios
Del Japon. Hay una variedad llamada Lychee con la,que se prepara un dulce muy rico. Es hora de seguir trabajando espero con ansias la cronica de la Feria. Un abrazo